Antonio de Lofraso
Antonio de Lofraso (h. 1540, Alguer, Cerdeña - h. 1,600) fue un poeta sardo que vivió en la segunda mitad del siglo XVI. Es conocido por su novela pastoril Los diez libros de Fortuna de Amor (Barcelona, 1573). Fue reeditada con gran lujo por Pedro Pineda (Londres, 1740), probablemente a consecuencia del juicio literario que Cervantes hace de esta novela en el episodio del escrutinio de los libros (Don Quijote, I, 6), donde es salvado de ir a la hoguera. Las pocas noticias que sobre su vida se conocen están extraídas de sus obras. Allí nos dice haber vivido como soldado en Cerdeña hasta que fue acusado de homicidio por un asunto amoroso. Sostuvo siempre su inocencia, pero se vio obligado a huir a Barcelona. Allí publica, en 1571, su primera obra, titulada Los mil y dozientos consejos y avisos discretos sobre los siete grados y estamentos de nuestra humana vida, una obra en verso de carácter moralizante y paremiológico, enfocada a la elección de la profesión de los jóvenes, con algunos pasajes costumbristas. Otra obra suya es El verdadero discurso de la gloriosa victoria, donde relata sus experiencias en la batalla de Lepanto, donde pudo coincidir con Cervantes. Pero debe su fama a la novela pastoril en octavas reales Los diez libros de Fortuna de Amor (1573). En ella utiliza un castellano con abundantes catalanismos. En el interior de esta obra aparecen algunas poesías en sardo: dos sonetos («Cando si det finire custu ardente fogu» y «Supremu gloriosu exelsadu») y un poema en octavas reales. Se trata del primer testimonio de lírica amorosa en lengua sarda. Posiblemente Lofraso conocía la poesía oral tradicional de Cerdeña y formara parte del círculo de intelectuales sardos de Gerolamo Araolla e de Giovanni Francesco Fara. He aquí una octava de su poesía en sardo:
Lofraso fue, sin embargo, objeto de la sátira de Miguel de Cervantes en un largo pasaje del Viaje del Parnaso, III, vv. 238-272, (al que se refiere como «poeta sardo»), donde es propuesto para ser arrojado al mar como sacrificio a Escila y Caribdis, para obtener su protección y conseguir así atravesar el peligroso estrecho de Mesina, y salvado luego por Mercurio:
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