Pedro III de Aragón
Pedro III de Aragón (Valencia, 7 de agosto de 1240-Villafranca del Panadés, 11 de noviembre de 1285),[3] llamado el Grande, fue hijo de Jaime I el Conquistador y su segunda esposa Violante de Hungría.[4] Sucedió a su padre en 1276 en los títulos de rey de Aragón, rey de Valencia y conde de Barcelona. Además, llegó a ser también rey de Sicilia. BiografíaCasado el 13 de junio de 1262 en la catedral de Montpellier con Constanza de Hohenstaufen,[4] hija y heredera de Manfredo I de Sicilia, fueron coronados en Zaragoza, probablemente el 17 de noviembre de 1276,[5] en una ceremonia en la que Pedro canceló el vasallaje que con el papado había concertado su abuelo Pedro II. Todo su reinado se centró en la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo y para ello aprovechó su matrimonio con Constanza para reivindicar la corona siciliana. Sicilia se encontraba desde 1266 bajo la soberanía de Carlos de Anjou quien, con el apoyo del papa Clemente IV, que no deseaba a ningún Hohenstaufen en el sur de Italia, había sido investido rey tras derrotar en Benevento a Manfredo, quien falleció en la batalla. El monarca angevino hizo cegar a los tres hijos varones de Manfredo y, en 1268, capturó e hizo decapitar a Conradino que –como nieto de Federico II– era el último heredero varón de la casa Hohenstaufen. La línea sucesoria pasó entonces a Constanza, quien ofreció refugio en Aragón a las familias partidarias de su padre, los Lanza, los Lauria y los Prócidas. Desde ahí, Juan de Procida, Roger de Lauria y el resto del antiguo partido Hohenstaufen organizaron la oposición a Carlos de Anjou con Pedro como candidato con el apoyo bizantino. Una flota de la Corona aragonesa, al mando de Conrado Lanza, recorre en 1279 las costas africanas para restablecer la soberanía feudal de Aragón sobre Túnez, que la muerte del emir Muhammad I al-Mustansir había debilitado. Posteriormente, en 1281, Pedro III armó una flota para invadir Túnez y solicitó al recién elegido papa Martín IV una bula que declarara la operación militar como cruzada, pero el papa, de origen francés y partidario de Carlos de Anjou, se la negó. Cuando la flota se disponía a zarpar, tuvieron lugar en Sicilia los acontecimientos conocidos como las Vísperas sicilianas que provocaron la expulsión de la isla, tras una gran matanza, de los franceses. Los sicilianos enviaron entonces una embajada a Pedro III ofreciéndole la corona siciliana, a la que tenía derecho gracias a su matrimonio. El rey aragonés puso entonces su flota rumbo a Sicilia, donde arribó el 30 de agosto de 1282 y fue coronado rey en la ciudad de Palermo. Inmediatamente envió una embajada a Carlos de Anjou, que se encontraba en Mesina, instándole a reconocerle como rey de Sicilia y a abandonar la isla. La derrota de la flota angevina en el golfo de Nicotera a manos del almirante Pere de Queralt, obligó a Carlos a dejar Mesina y refugiarse en su reino de Nápoles. El papa Martín IV respondió a la coronación siciliana de Pedro III con su excomunión (9 de noviembre de 1282) y su deposición como rey de Aragón (21 de diciembre de 1283), ofreciendo la corona al segundo hijo del rey de Francia, Carlos de Valois, a quien invistió el 27 de febrero de 1284, y declarando una cruzada contra Aragón, entre 1284 y 1286, por su intervención en los asuntos sicilianos en contra de la voluntad papal. La mayor parte del conflicto se desarrolló en tierras catalanas, aunque los primeros episodios se sucedieron en la frontera navarro-aragonesa. Como respuesta, los aragoneses atacaron a los franceses en Mallorca y Occitania. La situación en la que se encontró Pedro III era totalmente inestable, ya que no solo tenía que enfrentarse a la invasión francesa que se preparaba al norte de los Pirineos, sino que tuvo que hacer frente a graves problemas en el interior de sus reinos surgidos ante las necesidades económicas que provocó la conquista de Sicilia. Pedro III soluciona los problemas internos concediendo, en las Cortes de Tarazona (1283-84), la formación de la Unión aragonesa y prestando juramento al Privilegio General que defendía los privilegios de la nobleza; asimismo concedió al Condado de Barcelona la constitución “Una vegada l´any” en las cortes celebradas en Barcelona entre 1283 y 1284. Solucionados los problemas interiores, pudo centrar su atención en la invasión francesa, que al mando del propio rey francés Felipe III tomó en 1285 la ciudad de Gerona, para inmediatamente tener que retirarse cuando la flota aragonesa retornó de Sicilia al mando de Roger de Lauria e infligió a la escuadra francesa una derrota total en las islas Formigues y a continuación una derrota en tierra en el barranco de las Panizas, cuando las tropas francesas se retiraban. Tras su gran victoria, Pedro III se dispuso a enfrentarse a su hermano Jaime II de Mallorca y a su sobrino el rey Sancho IV de Castilla, que no le habían prestado apoyo durante su conflicto con los franceses, pero su prematura muerte lo impidió. A finales de octubre de 1285, el rey enfermó cuando se disponía a emprender viaje a Barcelona y tuvo que detenerse en la localidad de San Climent donde los médicos, que viajaron desde la capital para atenderle, no pudieron hacer nada para salvarle. Falleció el 11 de noviembre de 1285 en la festividad de san Martín.[3] Los estudios forenses de sus restos, exhumados en 2010, indican que probablemente su deceso se debió a una afección pulmonar. Relación con Jaime IPedro fue el hijo legítimo con el que el rey tuvo más trato, aunque este no siempre fuera cordial debido a ciertas acciones que llegaron a suscitar sospechas de parte del monarca. La relación empezó a sufrir en 1262 según Ernest Belenguer, cuando el infante se opuso a los repartos de los reinos, en los cuales solamente heredaría el núcleo de la Corona de Aragón, dejando para el infante Jaime los reinos de Valencia y Baleares al igual que el Rosellón, la Cerdaña y el señorío de Montpellier. Pero no sería hasta el 1264 con la intervención aragonesa en apoyo a Castilla ante la rebelión mudéjar de la zona que la rivalidad entre padre e hijo se manifestaría, aun así al final de la vida del rey Jaime I, sus últimas decisiones se encaminaron a facilitar la toma de poder del infante Pedro por lo que parece que la relación entre ambos debió de mejorar.[6] La primera vez que Jaime I menciona a su hijo en los documentos es el veintiséis de marzo de 1251, cuando le concede al infante de entonces once años el condado de Barcelona, cuando el rey asistía a cortes ahí, este acto se ha considerado como una presentación con un tinte propagandístico del infante en el ámbito catalán, seguramente para que se le viera como una alternativa al aún primogénito infante Alfonso. A lo largo de los años esta vinculación con las tierras catalanas se seguiría mostrando ya que aparecería en sus diplomas como heredi Catalonie aunque esto cambiaría en el 1262 cuando el rey hizo testamento de nuevo en agosto y lo nombró heredero de Aragón, Cataluña y Valencia.[6] SepulturaEn su testamento, Pedro III dispuso que su cadáver recibiera sepultura en el Monasterio de Santes Creus, de la orden cisterciense. Las exequias del monarca se celebraron con gran solemnidad y el cuerpo del rey fue colocado en una urna de pórfido rojo, que el almirante Roger de Lauria trajo desde Sicilia. Él fue el primer monarca aragonés en recibir sepultura en el Monasterio de Santes Creus. El rey Jaime II de Aragón ordenó la construcción de las tumbas del rey Pedro III el Grande, su padre, al mismo tiempo que disponía la creación de su propia tumba y la de su segunda esposa, Blanca de Nápoles. Se dispuso que los sepulcros se hallaran cobijados, como así se hizo, bajo baldaquinos labrados en mármol blanco procedente de las canteras de San Felíu, cerca de Gerona. Cuando el rey Jaime II dispuso la creación de su propio sepulcro, tomó como modelo el sepulcro de su padre. El sepulcro del rey Pedro III fue realizado entre los años 1291 y 1307 por Bartomeu de Gerona y es más rico que el de su hijo Jaime II y su esposa. Un gran templete de caladas tracerías alberga el sepulcro del rey, con la urna rodeada por imágenes de santos. El epitafio del rey Pedro III, colocado enfrente del mausoleo, en el pilar que separa el presbiterio de la capilla lateral del crucero, reza la siguiente inscripción:
En diciembre de 1835, durante la Primera Guerra Carlista, tropas gubernamentales integradas por la Legión Extranjera Francesa (procedente de Argelia) y varias compañías de migueletes se alojaron en el edificio monacal, causando numerosos destrozos en el mismo. Las tumbas reales de Jaime II y su esposa fueron profanadas. Los restos de Jaime II, hijo de Pedro III, fueron quemados, aunque parece que algunos restos permanecieron en el sepulcro. La momia de la reina Blanca de Nápoles fue arrojada a un pozo, de donde fue sacada en 1854. El sepulcro de Pedro III, a causa de la solidez de la urna de pórfido utilizada para albergar los regios despojos, impidió que sus restos corrieran igual suerte. En 2009 se hallaron los restos mortales del rey en su tumba de Santes Creus.[7] Mediante una sofisticada técnica de endoscopia y una analítica de los gases contenidos en su interior, se ha podido comprobar que es la única tumba de un monarca de la Corona de Aragón que no ha sido nunca profanada.[8] DescendenciaDe su matrimonio con Constanza en 1262 nacieron cuatro hijos y dos hijas:
De la primera amante documentada, llamada Juana, tuvo dos hijos naturales, nacidos antes de su matrimonio con Constanza:[9]
Tuvo dos hijos naturales de su relación con María Nicolau, antes de contraer matrimonio con Constanza:[11]
De la relación que mantuvo alrededor de 1275-1280 con Inés Zapata, a quien le donó las villas de Liria y Alcira en el Reino de Valencia, nacieron cuatro hijos ilegítimos:[10]
De María Pérez de Logroño tuvo a:
Ancestros
Véase tambiénReferencias
Bibliografía
Enlaces externos
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